Noticiero del Beisbol de Grandes ligas

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Comenzo la temporada del 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Notas de La Serie Mundial 2010: Gigantes San Fco




Los inadaptados brillan

Los Gigantes de SF no lucen como un equipo de Serie Mundial, pero ahí están
 


FILADELFIA -- Ellos se dieron la oportunidad de hacer algo mágico, algo inolvidable, algo que su ciudad ha esperado desde que comenzó a tener un equipo de béisbol. 

Ellos pueden lograr ahora algo que Willie McCovey nunca hizo. Ni tampoco Juan Marichal. Ni tampoco Barry Lamar Bonds. 

Y, ¿saben de lo que hablo, no? En una incredible noche del sábado en octubre, esos locos, desdeñados y poco identificados Gigantes de San Francisco se colocaron a si mismo en posición se ganar su primera Serie Mundial en su historia en la zona horaria del Pacífico. 

Ellos consumaron su más reciente acto de lucha estilo David-vs-Goliat en el estadio de los dos veces campeones defensores de la Liga Nacional, frente a 46,000 fanáticos que comenzaron la noche tratando de romper los oídos de los Gigantes y terminaron abucheando su celebración de la victoria. 

Ellos lo lograron al provocar que los Filis anotaran dos carreras en la primera entrada, que sacaran su lanzador abridor en la tercera, utilizando tres quintas partes de su rotación abridora en la octava entrada, convirtiendo un inocente pelotazo en un problema que vació las bancas y obteniendo un cuadrangular para ganar el partido de parte de un pelotero (Juan Uribe) que estaba jugando su tercera posición desde el Día Inaugural. 


 
Al Bello/Getty Images 
El jonrón de Uribe envió a San Francisco a la Serie Mundial 

Oh, ¿y mencionamos que tambien tuvieron que recurrir a su barbudo cerrador para un salvamento de cinco outs -- el que terminó la octava entrada con una doble matanza y terminó la entrada final de la SCLN llevando a conteo complete al ex ganador local del JMV, con las carreras del empate y de la victoria en base, para luego poncharlo? 

Pero de nuevo, si han estado viendo jugar a los Gigantes por más de, digamos, los últios 20 minutos, han observado todo eso, y dicho: "¡Por supuesto que ellos lo hicieron!" 

"Eso," dijo el veterano coach de la banca de San Francisco, Ron Wotus, luego de su impresionante victoria 3-2 en el Juego 6 ante los Filis, "fue nuestro tipo de juego." 

Y así, por apenas la cuarta vez desde que la franquicia se movió a San Francisco -- en 1958, durante la administración de Dwight Eisenhower -- los Gigantes se encaminan a la Serie Mundial. 

Pero, ¿cómo llegaron aquí? ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo consiguieron ese mágico boleto al Clásico de Otoño? 

Tan solo uno de los jugadores de posición de los Gigantes que abrieron el partido del sábado ha llegado a un Juego de Estrellas. (Ese es Edgar Rentería, un tipo que batea octavo, naturalmente, y se fue de 16-1 en la SCLN.) 

Precisamente dos de esos tipos comenzaron el partido en el mismo lugar en el que estaban en el Día Inaugural. (Esos son Rentería, el campocorto, y Aubrey Huff en la primera base.) 

Su limpiabases (Buster Posey) estaba en liga menor cuando comenzó la temporada. Su quinto bate (Pat Burrell) fue dejado libre por Tampa Bay. Su sexto bate (Cody Ross) fue un reclamo especial en waivers -- y todo lo que hizo fue ganar el premio de JMV de la SCLN. 

Ellos son un equipo lleno con tantos reemplazos y jugadores reclamados que incluso su manager, Bruce Bochy, se refiere a ellos como un "un grupo de inadaptados." Pero todo lo que ustedes necesitan saber de los Gigantes del 2010 es que estos tipos en realidad aceptan eso como un elogio. "Absolutamente," dijo su jugador defensive de reemplazo con valor de $11 millones anuales, Aaron Rowand. "Porque lo somos." 

Ellos son una de esas historias sobresalientes, difíciles de entender, que pueden suceder solo en un deporte como este. Diablos, los Yankees no lo son. Diablos, los Filis no lo son, Y para el miércoles, uno escuchará comentarios de que ellos no deberían estar en la misma transmisión de octubre junto a los Vigilantes de Texas. 

Pero si descartan a estos Gigantes de San Francisco en esta Serie Mundial que está a punto de comenzar, les advertimos esto: 

Eso solo significa que ellos les tendrán justo donde ellos quieren que estén -- de nuevo. 

"Nos pasan por alto muchas veces," dijo el cerrador Brian Wilson, quien -- si no es la Cara de la Franquicia, al menos es la Cara con Más Pelo de la Franquicia. "Pero eso está bien. Uno no quiere ser el sembrado No. 1. Uno quiere ser el desfavorecido. Y eso ha pasado en cada serie." 

Oh, y pueden estar seguros que eso pasará de nuevo cuando comience la Serie Mundial, cuando muchos fanáticos decidan que este equipo hace parecer a los Vigilantes -- una franquicia a la que le tomó 50 años ganar su primera serie postemporada -- como los Yankees del '39. 

Pero de nuevo, les advertimos. La especialidad de la casa de estos Gigantes es desafiar cada concepto de béisbol, excepto este: 

Si puedes lanzar, eso hace casi todo lo demás posible. 

Y rayos, este equipo es la prueba viviente de eso. 

"Cuando uno tiene el tipo de pitcheo que nosotros tenemos," dijo Brian Sabean, gerente a cargo de juntar este grupo, "uno puede mezclar y experimentar. Si uno decide traer un tipo de liga menor y ver como luce, o si uno quiere traer gente de afuera, o reclamar a un pelotero en waivers, realmente uno no tiene nada que perder -- gracias al cuerpo de lanzadores que tenemos." 

Esa es la razón por la que el gerente estaba supurando champaña de cada folículo, cada extremidad y cada pieza de ropa de su cuerpo: Porque había vivido una de las Noches de Improvisación mas aterrorizantes, y ejemplo más reciente de cómo este equipo sigue desafiando la lógica y ganando partidos como este. 

Solo dos equipos en la historia han hecho lo que los Gigantes estaban tratando de lograr el sábado -- eliminar a un doble campeón de la Liga Nacional en un partido postemporada celebrado en la casa del monarca. Uno fue los Marlins del 1997, quienes terminaron el reinado de los Bravos en Atlanta. El otro fue los Yankees de 1923, quienes necesitaron un jonrón de alguien llamado Babe Ruth para eliminar a los viejos Gigantes de Nueva York en el Polo Grounds. 

Pero esos equipos no tuvieron que hacerlo con una luna llena brillando sobre sus cabezas. Y con 46,000 testigos haciendo lo que los filadelfianos hacen mejor -- haciéndoles la vida imposible a sus visitantes. Y casi no lo logran con una terrible primera entrada en la que por poco se les va el juego de las manos con apenas seis bateadores. 

Esa es una manera difícil de comenzar un viaje en cualquier Serie Mundial. Pero, les recordamos, esa es la manera de los Gigantes. 

Así que cuando el abridor Jonathan Sánchez dejó que tres de los primeros cuatro bateadores de los Filis llegaran a base, entonces permitió lo que parecía que sería un jonrón de tres carreras a Jayson Werth, a muchos se les detuvo el corazón en el dugout. 

Pero entonces la fría brisa de octubre congeló el cohete de Werth y lo redujo a un mero elevado de sacrificio. Y los Gigantes salieron baratos al perder luego de esa primera entrada "apenas" en desventaja 2-0. Y se retiraron a su dugout, con el sistema de sonido reventando y el estadio temblando, y se sintieron vivos, y más inspirados para recuperarse. 

"El volver aquí y tener todas esas cosas malas en la parte de atrás de tu mente," dijo Huff, "sabemos que es un lugar duro para jugar. Y nosotros no queríamos ir a un Juego 7 porque, si ibamos a un Juego 7, realmente iba a ser un lugar atemorizante." 

Así que dos entradas más tarde, ellos se quitaron el pánico de encima al juntar dos de los ramilletes de carreras más ratos que jamás se hayan visto -- uno en el que cada pelota bateada debió haber sido our, y otro en el que Andrés Torres casi fue puesto fuera en tres ocasiones diferentes. Pero de una manera u otra, cuando todo terminó, el pizarrón leía: Gigants 2, Filis 2. 

Y fue entonces cuando este juego se puso realmente raro. 

Sanchez solo tenía para dos bateadores más. Pero al menos los trabajó de forma memorable. Primero, dio base por bolas a Plácido Polanco para comenzar las festividades en la baja de la tercera. Entonces golpeó a Chase Utley -- por tercera vez esta temporada -- en la espalda. 


 
AP Photo/Matt Slocum 
Las grandes adquisiciones de los Filis no rindieron frutos 


Mientras Utley caminaba por la línea de primera base, encontró la pelota en su camino. Entonces la agarró y la lanzó hacia Sánchez, quien se sintió tan halagado por ese gesto que gritó: "Eso es una [coloquen su insulto favorito aquí]." 

Entonces Utley se volvió, caminó hacia Sánchez y preguntó: "¿Qué es [insulto]?" Y lo próximo que ellos supieron, fue que cada compañero salió disparado hacia el terreno para unirse a la acolorada discusión. 

Tomó algunos minutos el que se despejara todo. Pero una vez se reestableció la paz en la tierra, algo grande sucedió: Este juego no volvió a ser el mismo. 

Bochy decidió que había visto suficiente de Sánchez, quien había lanzado apenas 24 strikes en sus 50 pitcheos. Así que recurrió al relevista Jeremy Affeldt, para dejar en base a los corredores de los Filis, desactivar esa bomba y correr hacia el dugout para un festival de choque de manos. 

"Te digo algo," dijo Wilson. "Esa [casi pelea] ciertamente encendió un fuego. Me alegro que sucediera. Porque nos despertó y nos hizo darnos cuenta lo que estaba en juego. En ese punto … estábamos buscando cualquier razón para despertar. No despierten a un Gigante dormido." 

Gran consejo. Porque luego que esa alarma se apagara, cinco relevistas de los Gigantes se combinaron para lanzar siete entradas en blanco. De acuerdo con el Elias Sports Bureau, fue la mayor cantidad de entradas en blanco para un bullpen del equipo ganador en un juego decisivo de postemporada desde que el bullpen de los Padres de 1984 logró 7 2/3 entradas en cero contra los Cachorros en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional. Así que eso fue bastante sorprendente.

También convirtió a los Gigantes en apenas el séptimo equipo en los últimos 63 años en ganar un partido decisivo en cualquier serie postemporada donde su lanzador abridor no pudo conseguir siete outs. Y eso fue genial, también. 

Pero lo que hizo esta procession especialmente memorable fue el hecho que dos de esos cinco "relevistas" también comenzaron partidos en esta serie -- Madison Bumgarner (quien lanzó la quinta y la sexta entrada) y Tim Lincecum (quien se enfrentó a tres bateadores en la octava). 

De acuerdo con Elias, eso convierte a los Gigantes en el primer equipo en utilizar al menos tres lanzadores abridores en un juego postemporada desde que los Bravos de 1999 utilizaran cuatro en un salvaje partido de 12 entradas en la Serie Divisional de la Liga Nacional en Houston -- y el primero en hacerlo en un partido de nueve entradas de postemporada desde que los Reales de 1985 utilizaran tres abridores en el Juego 1 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana. 

"Yo estaba esperando," Aaron Rowand dijo, "a que ellos pusieran a [Matt] Cain allá afuera." 

Absolutamente. Y, ¿también estaba disponible Kirk Rueter cuando ellos lo necesitaran también? Pero ultimadamente, no se necesitaron más voluntarios ya que, con dos outs en la octava entrada, los Gigantes encontraron un inadaptado más que quiso convertirse en héroe. 

Ese fue Uribe, el rechazado alguna vez por los Medias Rojas que aparentemente se sintió tan bien con su elevado de sacrificio que logró la victoria en el Juego 4 que pensó que el batear el cuadrangular de la victoria en el juego decisivo de la SCLN sería aún más divertido. Así que engarzó una recta cortada y la envió a la primera fila de las gradas del jardín derecho ante el relevista de los Filis Ryan Madson, un tipo que había permitido solo un jonrón en sus anteriores 47 apariciones. 

Ese golpe convirtió a Uribe en apenas el séptimo jugador en la historia de la postemporada en empujar dos carreras para ganar partidos en la octava entrada o más tarde en la misma serie, de acuerdo con Elias. Pero, más importante que eso, eso significó que los Gigantes estaban a seis outs de la victoria. 

El conteo regresivo de los outs estaba todavía en cinco cuando Wilson llegó a sustituir a Lincecum un par de minutos más tarde, con dos en base en la octava, y el mejor bateador en momentos clave de los Filis esta temporada, Carlos Ruiz, en el plato. 

Naturalmente, Wilson conectó una recta en conteo de 1-1 -- y, naturalmente, Ruiz la envoi directamente al guante de Huff, quien encontró a Shane Victorino a mitad de camino en los senderos, y lo puso fuera. Naturalmente. 

"Nunca he apretado una pelota más fuerte que esa," dijo luego Huff. "Y nunca he hecho un lance más suave. No había forma que yo botara esa pelota." 

Ni tampoco, como resultó luego, los Gigantes. A duras penas. Wilson todavía tenía que mostrar su temple una vez más. Así que embasó dos corredores en la novena, trayendo al plato a Ryan Howard con dos fuera, y las toallas blancas eran agitadas por doquier y el estadio comenzó a temblar una vez más. En la lomita, Wilson confesó que no se sentía tan bien. 

"Pienso que mi corazón estaba latiendo demasiado rápido," dijo, "En un punto, dejó de latir." 

Naturalmente, llevó el conteo a 3-2. Y naturalmente, dejó una recta por el medio del plato, y Howard la conectó de foul, mientras la ruidosa multitude abucheaba. Pero naturalmente, Wilson echó mano de su otro pitcheo, una recta cortada, la que alegó que estaba guardando para Howard para el momento adecuado. 

"Sentí que, si la temporada iba a depender de un lanzamiento," dijo, "Yo quería que fuera con ese lanzamiento." 

Y así sucedió. Howard estaba esperando una recta, enfocado y la dejó pasar. Pudo haber sido una media pulgada más bajita. Pero el oficial del plato Tom Hallion cerró su puño para cantar el tercer strike. Y comenzó la eufórica fiesta de los Gigantes. 

"Cuando vi la mano [de Hallion] subir, me tomó dos o tres segundos el darme cuenta que había sucedido," dijo Huff, quien había esperado nueve temporadas sin playoffs por un momento como este. "Entonces no supe que hacer. Así que corrí y golpeé a Wilson tan duro como pude." 

"Que sentimiento más increíble," dijo Ross. "Hace dos meses [cuando todavía era un Marlin], pensé que me iría a casa y que estaría viendo a otros celebrar desde mi sala, pensando en mi próxima ronda de golf. Y ahora estoy aquí. Es bien loco como funciona este juego." 

Pero tan loca como fue esta escena -- este equipo de poco probables campeones golpeandose unos a otros en la espalda entre un silencio casi sepulcral en el estadio, en el hogar del equipo cuya era de dominio en la Liga Nacional acababa de terminar, siendo observados por fanáticos cuya única emoción era incredulidad. 

"Fue algo surreal," dijo Rowand, quien pasó dos temporadas (2006-07) jugando el papel de héroe local en Filadelfia. "Llegué a pensar acerca de eso en medio de la celebración porque se como puede ser de ruidoso este lugar. … Di un paso atrás para echar una mirada y ver a todos los fanáticos en total silencio. Fue algo espeluznante. Estoy acostumbrado a ver a estos fanáticos enloquecidos." 

Pero esto, por supuesto, era simplemente lo que parecía ser un pase de batón. Uno de estos equipos había jugado en dos Series Mundiales al hilo, habiendo ganado una de ellas hace dos años. El otro se encaminaba a apenas su tercera Serie Mundial desde 1962 -- con oportunidad de hacer algo que ningún equipo de los Gigantes ha hecho desde 1954: 


Reinar en el planeta del béisbol. 

Solo los Cachorros (1908) y los Indios (1948) han pasado más tiempo sin un cetro.

Así que no es de extrañar que Wilson se encontrara agarrando el monstruoso trofeo de campeones de la Liga Nacional tan fuertemente que uno se preguntaba si se lo llevarías a las duchas con él. 

"Sí así es como luce el trofeo de la Liga Nacional," alguien le preguntó, "¿Cuán grande crees que lucirá el trofeo de la Serie Mundial?" 

"Yo espero," dijo Wilson, un hombre que lucía como si acabara de nadar en una piscina llena de champaña, "que sea un rascacielos." 



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